Imagina Can LLuc,
Imagina l’Eau d’Issey pour Homme
Imagina alojarte en el corazón de una isla, rodeado de una naturaleza exuberante donde reina una profunda sensación de paz y bienestar. Ese lugar existe…
Y es que, si hay una isla sorprendente y polifacética, esa es la isla de Ibiza. Porque en Ibiza puedes entregarte en cuerpo y alma a la diversión y a la fiesta, pero su secreto mejor guardado es esa Ibiza de interior, alejada del bullicio, en la que tu cuerpo y tu alma logran encontrar el sosiego añorado y, muchas veces, necesario. Ese secreto, que hoy os desvelo, se materializa en el Hotel Rural Can Lluc.
Desde el momento en que llego a Can Lluc, siento que mi paso por Ibiza va a ser especial, fuera de los tópicos y de lo típico. No en vano, este hotel rural ya fue pionero en un tipo de turismo que todavía no estaba afianzado en la isla cuando abrió sus puertas hace ahora 20 años, al igual que también lo fue Issey Miyake hace 30 cuando presentó su primera fragancia L’Eau d’Issey yendo en contra de toda noción preconcebida.
Hoy, varias décadas después y en espacios tan distantes entre sí, ambas marcas comparten su pasión por el detalle, por darle el protagonismo a la naturaleza y por la pasión de redescubrir la esencia de la vida misma.
Un frondoso bosque de pinos que abraza y resguarda a la propiedad me recibe, y no puedo evitar respirar hondo, y sentir el olor de la naturaleza fundiéndose a la perfección con mi fragancia L’Eau d’Issey pour Homme de Issey Miyake Parfums que en sí misma es un retorno a los orígenes, a la fuente, a una naturaleza que se rediseña, se remodela, se encarna, y cuya clave es el agua y las maderas realzadas por especias.
Salen a mi encuentro Tina y Lucas, los anfitriones de Can Lluc, para quienes los que, como yo, se alojan en su hotel rural no son clientes sino casi familia. Y esa cercanía queda patente cuando me explican la historia de esta casa de más de 300 años, que perteneció al abuelo de Lucas, y que un buen día decidieron restaurar para convertirse en uno de los primeros agroturismos de Ibiza. Eso sí, respetando escrupulosamente la arquitectura tradicional ibicenca original, con sus muros de piedra y sus techos de madera, a la que han añadido elementos decorativos y mobiliario originales de la familia.
Can Lluc cuenta con 25 habitaciones y villas, y cuando me dirijo a la mía me doy cuenta de que no exageraban unos minutos antes, cuando Tina y Lucas me decían que para ellos el cuidado del detalle era esencial porque el hecho de que un huésped regrese a la que ya es su casa en una segunda escapada -algo que sucede muy a menudo- es la mejor recompensa que pueden tener.
Como siempre me sucede, cuando llego a mi habitación en un hotel, abro la ventana porque necesito conectarme con el entorno que en este caso se presenta en forma de unas espectaculares panorámicas del campo y de los viñedos que rodean a Can Lluc. Pero mi sorpresa llega cuando veo que no sólo cuento en mi villa con una fantástica terraza, sino que también tengo mi propio jardín con cama balinesa y una cascada de agua. Agua de vida, agua esencial, como mi L’Eau d’Issey pour Homme de la cual el propio Issey Miyake decía que “nos recuerda que venimos de la naturaleza y nos invita a abrazar esta esencia de vida”.
Aun estando de vacaciones, me gusta cuidarme, y aquí tengo la posibilidad de disfrutar de un gimnasio acristalado, donde puedo realizar mi rutina diaria de entrenamiento sin renunciar a unas espectaculares visitas de un jardín repleto de buganvillas y palmeras, el cual atravieso después para llegar hasta la piscina con jacuzzi exterior. Tras relajarme un rato, no dudo en acercarme hasta una rústica cabaña desde donde me aseguran se ve una espectacular puesta de sol.
La cena la tengo prevista en su restaurante chic, de filosofía slow life y cuya carta sorprende con sus platos elaborados con productos frescos y locales procedentes, en su mayor parte, de las fincas agrarias colindantes, y que son cocinados con el delicioso AOVE (aceite de oliva virgen extra) que producen en las olivas del propio agroturismo.
Tras la deliciosa cena, en la que sumerjo en la gastronomía tradicional ibicenca, llega la hora de retirarme a mi villa, donde me espera una cama King Size en la que duermo plácidamente hasta que los primeros rayos de sol entran por mi ventana.
Desayunar en Can Lluc es la mejor manera de comenzar un nuevo día, y para ello me dirijo hasta el porche con vistas hacia los jardines y montañas circundantes. Allí me esperan una gran variedad de alimentos naturales y caseros de los que doy buena cuenta mientras mi cuerpo y mi mente se van haciendo conscientes de una conexión especial con la naturaleza que me da la energía necesaria para el nuevo día que tengo por delante.
Tras el desayuno, y antes de irme, no puedo dejar de dar un relajante paseo por la finca, que, adentrándome en el bosque y en esta naturaleza exhuberante, me llevará al lugar en el que admirar las bellas vistas a l'Atalaya de Sant Josep y hacia la Bahía de San Antonio.
Ya de regreso de mi paseo, es hora de marchar, y no dejo de recordar las palabras de Tina y Lucas cuando me decían que el lujo de Can Lluc transciende lo material y prioriza la experiencia y emoción de todos sus huéspedes, a los que desde que cruzan la puerta de su casa ya consideran sus amigos. Son los detalles de las pequeñas cosas lo que perdurará en mi recuerdo, y gracias a L’Eau d’Issey pour Homme de Issey Miyake Parfums podré seguir transportándome a Can Lluc hasta que, por fin, pueda regresar a este lugar que se ha convertido en el place to be de los que, como yo, buscan tranquilidad y naturaleza a partes iguales.